Los temores asociados al cambio
Tomado y ampliado de Collins, 2011
a) Temor a cómo van a quedar los planes de cuidado
Temor expresado con frecuencia por el personal más cualificado, que desde la responsabilidad y dedicación puede percibir este nuevo modelo con preocupación, como algo “más relajado”. Tienen miedo a que se acaben haciendo las cosas peor, con menos control y menor calidad.
Este temor está muy alejado de la realidad: La atención centrada en la persona no es un modelo desprofesionalizado. Las intervenciones y criterios técnicos basados en la evidencia científica siguen estando muy presentes, sobre todo en los asuntos relacionados con el bienestar y la protección de las personas.
Los profesionales, han de facilitar oportunidades para que las personas decidan y elijan en muchos de los momentos y situaciones que ofrece el día a día, donde el rol profesional de “continuo prescriptor” no tiene ningún sentido.
La sistematización de las intervenciones no se debe perder y el papel del equipo técnico, ya sea de la plantilla del propio centro o actúe desde fuera, resulta esencial.
b) Temor a tener que asumir más trabajo, nuevos roles
Es cierto que algunos roles cambian, que se proponen nuevas actividades y que trabajar promocionando la autonomía, la independencia y la atención personalizada requiere más tiempo.
Pero no podemos olvidar que trabajar así, además de mejorar la calidad de vida de las personas, incrementa la satisfacción de las familias y de los propios profesionales.
Por eso será necesario un proceso de formación que acompañe a los profesionales además de una distribución de tareas y cometidos posible, compensada y aceptada por quienes los desempeñan.
c) Temor a que trabajar desde la autonomía genere rechazo a las personas mayores. Temor a la no comprensión y a la resistencia de las familias.
Puede que inicialmente ofrecer una atención que apuesta por la autonomía y la independencia, y por tanto asuma ciertos “riesgos”, genere algo de inseguridad a las personas mayores y a sus familiares.
Las experiencias desarrolladas nos dicen que si las personas son debidamente informadas y se consensuan con las personas usuarias y las familias las formas de actuar, no solo pierden el miedo sino que al poco tiempo se muestran muy satisfechas con los cambios. Algo que, a su vez, nos anima enormemente a los profesionales.
d) Temor a la pérdida de control y espacio por parte de algunos profesionales.
Este nuevo modelo de atención no está pensando para ahorrar recursos humanos. No pretende una atención desprofesionalizada.
No solo se basa en fomentar relaciones cálidas y respetuosas sino también en proporcionar apoyos e intervenciones basados en la evidencia científica.
La atención centrada en la persona no conlleva una pérdida de nuestro papel profesional. Los distintos profesionales seguimos teniendo cometidos relevantes siempre que éstos sean acordes a una nueva organización de la atención cotidiana donde las personas usuarias son el centro.
e) Temor a que algunas profesiones se inhiban y se produzca una mala atención.
“Yo le pregunto, le doy a elegir y como no quiere…”
Como tendencia general no suele ocurrir, pero a veces, cuando la persona lleva mucho tiempo en un centro puede perder, por desuso, la costumbre de tomar decisiones. Entonces debemos permanecer atentos e insistir en lo que consideramos importante y bueno para la persona.
Cada profesional debemos tomar consciencia de nuestra responsabilidad, que de hecho tenemos, siempre. El trabajo cotidiano con la persona nos dará pie a buscar los momentos más adecuados para que vaya fortaleciendo su capacidad de elegir y de expresar sus deseos.
Se permite reproducir y utilizar estos contenidos siempre que se realice la correspondiente citación de la autoría (Teresa Martínez, 2013. En: www.acpgerontologia.com).